Considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto; porque tenía la mirada puesta en la recompensa. (Hebreos 11:26)
No elegimos el sufrimiento simplemente porque se nos dice que lo hagamos, sino porque Aquel que lo dice describe al sufrimiento como el camino hacia el gozo eterno.
Nos indica que sigamos la obediencia del sufrimiento, no para demostrar la fuerza de nuestra devoción al deber, ni para poner de manifiesto el vigor de nuestra determinación moral, ni para probar los altos niveles de tolerancia al dolor que tenemos, sino más bien para exponer, mediante una fe como la de un niño, el infinito valor de sus promesas, que lo satisfacen todo.
Moisés «[escogió] antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado… porque tenía la mirada puesta en la recompensa» (Hebreos 11:25-26). Por ello es que su obediencia glorificó al Dios de gracia, y no exaltó la determinación a sufrir.
Esa es la esencia del hedonismo cristiano. En la búsqueda del gozo por medio del sufrimiento, magnificamos el valor de la Fuente de nuestro gozo, que todo lo satisface. Dios mismo es la luz que brilla al final del túnel de nuestro sufrimiento.
Si no proclamamos que él es la meta y el fundamento de nuestro gozo en el sufrimiento, entonces la verdadera razón de nuestro sufrimiento se perderá.
Y la razón es la siguiente: Dios es ganancia, Dios es ganancia, y Dios es ganancia.
El fin principal del hombre es glorificar a Dios. Esta verdad se refleja más claramente en el sufrimiento que en ninguna otra circunstancia: Dios es más glorificado en nosotros cuando nosotros estamos totalmente satisfechos en él.
Devocional tomado del libro “Deseando a Dios», páginas 287-288